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Rookie - Elegido como número uno del Draft por los Mavericks, aterriza en una franquicia que le exige convertirse en el nuevo cerebro del equipo y llenar el vacío estructural que ha dejado la salida del esloveno, ahora en los Lakers
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Las lesiones, la forma física y las expectativas infladas marcaron la trayectoria de Zion Williamson casi desde su llegada a la NBA. El jugador que acaparó titulares antes incluso de debutar como profesional vio cómo se acumulaban los partidos perdidos, los informes médicos y las dudas sobre su compromiso. Cada intento de relanzar su carrera chocaba con algún contratiempo físico o con una presencia intermitente sobre la pista.
Ni siquiera sus promedios ofensivos lograron despejar del todo el desencanto generalizado entre los aficionados de los New Orleans Pelicans. Aquel vacío de impacto real en la competición ha alimentado la necesidad de una nueva referencia en el Draft, y en ese contexto ha emergido el nombre de Cooper Flagg.
Llega a Dallas como la gran apuesta para liderar un nuevo ciclo competitivo
Aunque la etiqueta de número uno ya le acompaña desde hace tiempo, Flagg encara el desafío de consolidarse como algo más que una promesa. Su llegada a los Dallas Mavericks, avalada por el sorteo del Draft de la NBA de 2025, responde a un plan muy claro por parte de la franquicia.
El equipo necesita un nuevo generador de juego, alguien capaz de cubrir el hueco dejado por Luka Doncic y de activar desde el primer día un vestuario con veteranos consolidados pero sin margen para experimentos. Jason Kidd, entrenador del equipo, expuso que su intención es situarlo al mando de las operaciones ofensivas, afirmando en rueda de prensa: “Quiero ponerlo como base. Quiero que se sienta incómodo, ver cómo reacciona y que acabe siendo capaz de controlar el juego”.
La apuesta no parte de la nada. En su única temporada en Duke, Flagg promedió 19,2 puntos, 7,5 rebotes y 4,2 asistencias por partido, con un 38,5 % en triples. Esos registros, sumados a su impacto defensivo, reforzaron la idea de que su estilo encaja en cualquier estructura competitiva.
En los entrenamientos del equipo nacional estadounidense del pasado verano, cuando apenas tenía 17 años, dejó una impresión tan sólida que incluso jugadores como Trey Murphy se refirieron a su presencia allí con respeto, afirmando en declaraciones recogidas por The Athletic: “Él más que demostró que merecía estar allí”.
Su carácter competitivo y su voluntad de aprendizaje marcan la diferencia respecto a otras promesas
El historial de Flagg en categorías inferiores ya apuntaba en esa dirección. A los 13 años, entrenadores como Matt MacKenzie lo enfrentaban a universitarios para evaluar su capacidad de adaptación. En uno de esos duelos, después de varios errores iniciales, logró imponerse con claridad al mismo jugador que antes lo había superado. MacKenzie explicó en USA Today Sports que aquel momento fue fundamental para su confianza: “Creo que en ese punto empezó a desarrollar esa seguridad de que podía dominar más allá de su nivel”.
Más allá del talento, lo que más destaca quienes han trabajado con él es su disposición a ser corregido. MacKenzie remarcó en declaraciones a The Athletic que Flagg busca que le exijan al máximo: “Él no quiere gente que le diga lo que quiere oír. Quiere que le aprieten para seguir mejorando”. Esa actitud se traduce en detalles como el trabajo específico que realizaron para ajustar su mecánica de tiro tras un arranque irregular en los triples. En los últimos 24 partidos del curso, Flagg firmó un 44 % de acierto desde el perímetro.
Dallas parece haber entendido que ese carácter competitivo puede trasladarse al máximo nivel sin transición. Aunque partían con solo un 1,8 % de opciones de hacerse con la primera elección, el sorteo del draft les puso al frente y no tardaron en confirmar que el plan pasaba por elegir a Flagg.
Según ESPN, el cuerpo técnico considera que su capacidad para leer el juego, asistir y defender le permite aportar desde el primer día. Así lo expresó también Jamahl Mosley, seleccionador del equipo olímpico estadounidense sub-23, al explicar en NBA.com: “Se le ve pensando y leyendo el juego todo el tiempo”.
La familia explica en parte la madurez con la que afronta cada reto deportivo
El entorno familiar también ayuda a entender su madurez competitiva. Su madre, Kelly Flagg, fue jugadora de la Universidad de Maine y figura clave en la primera victoria del equipo en un torneo NCAA. Su padre, Ralph, jugó en Eastern Maine Community College. Ambos convirtieron el baloncesto en parte esencial del hogar en Newport, en Maine, donde criaron a Cooper, su hermano gemelo Ace y su hermano mayor Hunter.
Ahora, el siguiente paso está en la Summer League de Las Vegas, donde Flagg tiene previsto debutar con los Mavericks contra los Lakers. Allí empezará a comprobarse si el jugador que arrasó en el baloncesto universitario es también capaz de cambiar el rumbo inmediato de una franquicia NBA.
Kidd ha dejado claro que las pruebas no serán simbólicas. Su idea es comprobar desde el primer partido si Flagg puede ser el director que necesita Dallas para construir su siguiente era tras el varapalo que supuso traspasar a Doncic.