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Juego infantil - La individualidad de cada pieza sugiere que no se producían en serie, pero su presencia en distintos estratos sociales indica una amplia difusión
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En asentamientos rurales de Oriente Próximo, los niños correteaban entre casas de adobe, mientras en sus manos llevaban figuritas hechas con huesos, arcilla o madera pulida. La infancia islámica estaba marcada por tareas simples, juegos al aire libre y objetos manufacturados en casa, sin distinción entre clases sociales a la hora de entretenerse.
En las familias más acomodadas, las piezas se tallaban con más detalle e incluso se decoraban con pigmentos, aunque el gesto de jugar seguía siendo el mismo. Más allá del valor lúdico, estos objetos cumplían una función práctica: familiarizar a los más pequeños con los roles sociales, los hábitos domésticos o los gestos cotidianos del mundo adulto. Entre esos juguetes, uno en particular ha generado debate entre arqueólogos por su posible uso doble: las llamadas muñecas coptas.
No todos están de acuerdo sobre para qué servían estas figuras
En las excavaciones realizadas junto al Muro Occidental de Jerusalén apareció uno de estos ejemplares, datado en época abasí y con rasgos esquemáticos que recuerdan al estilo egipcio. Según explicó el arqueólogo Ariel Shatil al medio Haaretz, esta figura fue elaborada a partir de hueso plano, con adornos punteados en su superficie y proporciones simplificadas, un rasgo habitual en los modelos encontrados en la zona norte del país. En cambio, en áreas del sur y en el desierto, las formas eran más figurativas y detalladas, aunque todas compartían ciertos patrones.
El debate sobre su función continúa abierto. Algunos expertos sugieren que servían para el juego, mientras otros consideran que cumplían un propósito relacionado con la fertilidad. Lo que sí se ha documentado es que ninguna de las figuras halladas es igual a otra. Tal como apuntó Shatil en esa misma entrevista: “Cada una tenía unos rasgos propios, aunque el concepto fuera el mismo”.

Ese grado de individualidad, unido a su dispersión geográfica, sugiere que no se trataba de una producción estandarizada. A pesar de ello, llegaron a difundirse en amplios sectores sociales, no solo entre familias acomodadas. Las piezas más elaboradas, esculpidas en marfil, sí podrían haber estado vinculadas a hogares con mayores recursos, como explicó el propio Shatil: “También hay figuras de marfil, posiblemente procedentes de casas más adineradas”.
Algunos especialistas ven en ellas un precedente de las muñecas modernas, ya que, aunque separadas por siglos, ambas reproducen cuerpos humanizados adaptados a contextos culturales distintos y fabricados con fines que van más allá del juego.
El término muñeca copta nace de una colección adquirida en El Cairo a inicios del siglo XX
Este tipo de objetos, conocidos en el ámbito académico como muñecas coptas, fueron identificados por primera vez como grupo homogéneo a principios del siglo XX. El historiador del arte Joseph Strzygowski fue quien los agrupó bajo esa denominación tras adquirir una serie de ejemplares en El Cairo entre 1900 y 1901, que posteriormente pasaron al Museo Kaiser Friedrich.
En su obra Koptische Kunst describió trece piezas del Museo de El Cairo y propuso que se trataba de juguetes, no de objetos rituales, aportando así una interpretación distinta a la que se había considerado hasta entonces.
Poco después, el arqueólogo británico Leonard Woolley y el historiador Oskar Wulf ampliaron su difusión en el entorno académico. Aunque Strzygowski no utilizó de forma explícita el término que ha llegado hasta hoy, su publicación en volúmenes dedicados al arte copto facilitó que esa denominación se mantuviera.
Entre los elementos analizados por estos estudiosos había incluso un fragmento con una inscripción griega de contenido cristiano, que reforzaba la hipótesis de que algunas piezas podían tener origen preislámico.
La ley islámica marcó el final de su uso y su producción artesanal
Los investigadores coinciden en que este tipo de figuras empezó a difundirse entre los siglos VII y XI de nuestra era, en plena expansión del arte islámico. Aunque su origen se sitúa en zonas de Irán e Irak, llegaron a otras regiones tras la conquista musulmana, cuando muchos artesanos fueron trasladados para trabajar en la construcción de palacios y mezquitas. En paralelo a su labor monumental, algunos de estos artistas produjeron también estas pequeñas figuras, que alcanzaron una circulación considerable entre distintas capas de la sociedad.
Ese auge, sin embargo, tuvo un final abrupto. En palabras de Shatil, recogidas por Haaretz, “hacia finales del siglo XI, estas figuras desaparecieron, probablemente debido a restricciones impuestas por la ley islámica”.
Se trata de piezas sencillas, hechas con materiales comunes, pero que siguen planteando preguntas sobre su papel exacto en la vida cotidiana. Entre la educación doméstica y la representación simbólica, las muñecas coptas muestran cómo un objeto tan pequeño puede encerrar siglos de historia social condensada en un fragmento de hueso.