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Este pueblo aragonés que abandonaron hace 60 años por un embalse y que ha resurgido como enclave a visitar
Identificación fotográfica] 12 Junio 2025, 12:15

Este pueblo aragonés que abandonaron hace 60 años por un embalse y que ha resurgido como enclave a visitar

Tras décadas de abandono, el enclave zaragozano ha sido acondicionado con servicios para caminantes y visitantes, preservando su valor histórico y su conexión con el entorno natural

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Enclavado entre montañas, piedra y recuerdos, Ruesta fue durante siglos un pueblo vivo del prepirineo aragonés. Hoy, sus ruinas vuelven a atraer visitantes. Situado al noreste de la provincia de Zaragoza, dentro del término municipal de Urriés y junto al Camino de Santiago en su ruta aragonesa, este enclave quedó completamente despoblado a principios de los años 60. La causa fue la construcción del embalse de Yesa, cuya expropiación forzosa afectó directamente a los vecinos, que se vieron obligados a abandonar sus casas, campos y costumbres para siempre.

Ruesta no solo desapareció como núcleo habitado, sino que quedó sin acceso público y olvidado durante décadas. Lo que había sido un pequeño pueblo con vida agrícola, historia medieval y arquitectura de valor, quedó deshabitado y cubierto por la maleza, transformándose en un escenario detenido en el tiempo.

Desde su desalojo, el deterioro fue constante: los tejados cedieron, las puertas se cerraron para no abrirse más y los caminos se volvieron impracticables. La despoblación, forzada y absoluta, lo convirtió en uno de los muchos pueblos fantasmas del Aragón rural del siglo XX.

Sin embargo, desde hace más de dos décadas, el destino de Ruesta ha comenzado a cambiar. En un proceso silencioso pero constante, este lugar ha vuelto a formar parte del mapa turístico de Aragón gracias a distintas iniciativas de recuperación que han devuelto la vida a sus empedrados.

En la actualidad, se ha transformado en un enclave de interés para senderistas, amantes del patrimonio y peregrinos del Camino de Santiago. Sin habitantes censados, pero con visitantes frecuentes, Ruesta resurge como testimonio del abandono y, al mismo tiempo, como ejemplo de conservación, memoria histórica y reapropiación del espacio rural.

Una joya medieval junto al Camino de Santiago

A pesar del deterioro sufrido durante décadas, Ruesta conserva elementos patrimoniales de gran valor. Su origen medieval está representado por el castillo, cuyos restos se alzan sobre una colina que domina el entorno. De origen musulmán, la fortificación se convirtió en punto estratégico del incipiente Reino de Aragón. El recinto conserva tramos de muralla y torres defensivas que hoy sirven como mirador para quienes se acercan a explorar el pasado entre sus muros derruidos.

Castillo de Ruesta.
Castillo de Ruesta.

También se conservan otros edificios singulares como la antigua casa consistorial, una vieja fuente y varias viviendas de piedra de los siglos XVIII y XIX, que han sido estabilizadas para evitar su colapso. Un paseo por sus calles permite reconstruir, aunque sea mentalmente, la vida que allí existía antes del silencio forzado.

Ruesta forma parte del Camino de Santiago aragonés, lo que le confiere un papel relevante en la ruta de peregrinación. Desde entonces, se han rehabilitado varios edificios para acoger a peregrinos, como un albergue, una zona de restauración y espacios culturales. Esta reapertura ha permitido que cada año decenas de caminantes redescubran el enclave, convirtiéndolo en punto de descanso y exploración para quienes cruzan la comarca de las Cinco Villas.

Naturaleza, historia y recuperación colectiva

El entorno natural que rodea Ruesta es otro de los elementos que ha favorecido su revalorización. Situado a orillas del embalse de Yesa, el paisaje que antes provocó el abandono se ha transformado en parte del atractivo. Los visitantes pueden disfrutar de vistas panorámicas sobre el agua, frondosos bosques y sendas de montaña.

Caminos señalizados permiten realizar rutas a pie o en bicicleta, conectando Ruesta con otros enclaves históricos como Undués de Lerda, Artieda o Sangüesa. Además, la tranquilidad del lugar convierte la visita en una experiencia pausada, lejos de las grandes aglomeraciones turísticas.

La recuperación del pueblo no ha sido casual ni improvisada. Ha requerido un trabajo sostenido de estabilización de estructuras, limpieza de escombros, adecuación de espacios y planificación de visitas. Uno de los proyectos más significativos ha sido la rehabilitación del albergue, que no solo da alojamiento a peregrinos, sino que también acoge actividades sociales y culturales a lo largo del año.

Hoy, aunque Ruesta sigue siendo un pueblo sin habitantes permanentes, su modelo de recuperación se observa como ejemplo de cómo puede revalorizarse un espacio abandonado sin caer en la especulación urbanística ni en la pérdida de identidad. Su renacimiento está vinculado al respeto por la memoria, el aprovechamiento sostenible del turismo y la protección del patrimonio.

Lo que fue un símbolo del éxodo forzoso provocado por grandes infraestructuras hidráulicas es ahora un enclave donde confluyen historia, paisaje y un nuevo tipo de viaje: el que busca reencontrarse con el pasado desde la experiencia y la contemplación.


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