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Misión surrealista - Durante los más de 20.000 kilómetros de travesía, el animal viajó en una caja de agua dulce con barro y ventilación, mientras un cadete sin experiencia intentaba seguir las instrucciones de un manual
Churchill y su cita con la muerte: las veces que el destino le dio una segunda oportunidad
Cada día necesitaba 750 gusanos vivos para mantenerse estable. Ninguno podía estar en mal estado, y si la ración bajaba, el efecto era inmediato. El ornitorrinco viajaba dentro de una caja de madera llena de agua dulce, con control de temperatura y barro del río. El animal respondía a cada cambio con una sensibilidad extrema, incapaz de adaptarse a la más mínima alteración ambiental. Su nombre era Winston y estaba cruzando medio planeta en mitad de la guerra.
Churchill quería un ornitorrinco y no aceptaba un no por respuesta
La operación fue aprobada en abril de 1943, tras recibir el visto bueno del gobierno australiano para levantar temporalmente las restricciones que impedían la exportación del ornitorrinco. La medida surgió como respuesta directa a la petición personal que Winston Churchill hizo al primer ministro John Curtin, en la que solicitaba al menos un ejemplar vivo para trasladarlo a Inglaterra.
Brendan Bracken, ministro británico de Información y estrecho colaborador de Churchill, comunicó el avance de la misión por telegrama: “Uno está en camino acompañado por 50.000 gusanos especialmente seleccionados”.

David Fleay, naturalista y director de la reserva de Healesville, fue el responsable de preparar el transporte. Su advertencia fue tajante: intentar llevar seis ornitorrincos, como pedía Churchill al principio, sería condenarlos al pánico y a una muerte segura.
Finalmente, capturó a uno solo, un macho joven en el arroyo Watts, cerca de Melbourne, y lo mantuvo en un habitáculo construido con barro, túneles artificiales y agua controlada antes del viaje. El 28 de septiembre, el animal embarcó en el MV Port Phillip rumbo a Liverpool.
El responsable del viaje era un cadete inexperto al que prometieron una paga extra
Para mantenerlo con vida durante los más de 20.000 kilómetros del trayecto, Fleay redactó un manual con instrucciones detalladas sobre dieta, temperatura y ventilación. También advirtió del espolón venenoso que el macho llevaba en una pata trasera. La responsabilidad cayó sobre un cadete de 18 años sin experiencia, que asumió el cuidado del animal con la promesa de una recompensa económica si lograba entregarlo vivo. La tripulación se encargaba de tomar la temperatura del agua y el aire, sustituir el heno y controlar su apetito.
La travesía obligó al barco a atravesar el canal de Panamá, donde una cuadrilla local pasó dos días desenterrando gusanos para reabastecer el suministro. Según recogen los documentos del Archivo Nacional de Australia, el animal consumía 750 al día, aunque al final de la ruta la cantidad se redujo a menos de 600 por deterioro de la carga. El entorno cambiante fue otro factor decisivo: del clima templado australiano al calor del ecuador, y de ahí al frío del Atlántico norte en cuestión de semanas.

El 6 de noviembre, a cuatro días de llegar a puerto, el ornitorrinco apareció muerto dentro del tanque. Según el informe recogido por un representante de Australia House en Londres, la causa pudo ser una combinación de ruidos intensos y alimentación deficiente.
El barco había lanzado cargas de profundidad poco antes, al detectar un posible submarino alemán. La vibración pudo ser letal para un animal extremadamente sensible, tal como explicó Fleay al conocer la noticia: “La fuerte sacudida lo mató en el acto”. Churchill fue informado el 22 de noviembre. En un telegrama dirigido al ministro australiano Herbert Evatt, expresó su pena: “Su pérdida es una gran decepción para mí”.
El cuerpo embalsamado de Winston fue entregado al Royal College of Surgeons, donde ocupó el lugar del ejemplar de ornitorrinco destruido en los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Nunca volvió a intentarse una expedición similar en tiempos de guerra.
El fracaso dejó consecuencias diplomáticas
El trasfondo diplomático del envío también quedó al descubierto. La periodista Natalie Lawrence, de la Universidad de Cambridge, señaló que la operación respondía tanto a los intereses personales de Churchill como a una estrategia de acercamiento entre dos gobiernos que se alejaban. Desde 1941, Australia había reforzado su alianza con Estados Unidos en materia de defensa, debilitando los vínculos coloniales con Reino Unido. La entrega del ornitorrinco funcionaba como gesto simbólico en un momento de tensiones estratégicas.
Winston no fue el primer ornitorrinco que viajó al extranjero, pero sí el que llevó más lejos ese intento de combinar interés científico con propósito diplomático. Su muerte marcó el final de una misión que pretendía unir dos mundos a través de un animal único, incapaz de sobrevivir a una guerra que ni entendía ni le correspondía.