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La heredera de los Reyes Católicos, que se había quedado viuda, viajaba a pie custodiando el cuerpo de su esposo, Felipe El Hermoso, cuando decidieron realizar un alto en el camino a Granada
El pequeño pueblo castellanoleonés que guarda una de las villas romanas mejor conservadas de España
Si un apasionado de la historia de Juana I de Castilla tiene la ocasión de estar estos días por la pequeña localidad de Torquemada, en Palencia, coincidirá con todo un acontecimiento que los vecinos del pueblo cuidan al detalle y que hará las delicias de todo apasionado por la historia de aquella España. Y es que se celebra una fiesta y recreación de la llegada de la comitiva fúnebre capitaneada por la heredera de los Reyes Católicos.
La villa castellana y leonesa vivió una singular Nochebuena en el año 1506. Y es que los vecinos no podían dar crédito a lo que veían: una enorme comitiva fúnebre iluminada con antorchas que se disponía a cruzar el puente de la localidad sobre el río Pisuerga. Entre frailes y soldados, un féretro, y junto a él, una mujer embarazada y de riguroso luto: la reina Juana I, la heredera de los Reyes Católicos, que se había quedado viuda, viajaba a pie y de noche desde Burgos con el cuerpo de su esposo, Felipe El Hermoso, al que quería llevar hasta Granada.
Bastante cansada del camino recorrido, Juana decidió detenerse en Torquemada para tratar de retomar fuerzas… una estancia que se prolongó más de lo que ella tenía previsto. Porque, de hecho, la viuda y su numeroso séquito permanecieron en esta villa del Cerrato hasta el mes de abril. Curiosamente no fue una larga estancia que beneficiase a los vecinos, ya que diezmó los recursos de Torquemada, cuyos habitantes se vieron obligados a dar cobijo y alimento a cientos de personas.
Cuando decidió permanecer unos días en Torquemada, la reina ordenó que el cadáver de su esposo, Felipe El Hermoso, permaneciera en la iglesia de Santa Eulalia. Y que fuera escoltado día y noche por soldados. Ninguna mujer podía acudir al templo y se celebraban misas. Y así hasta el mes de abril, cuando la reina y su séquito tuvieron que seguir su camino desde Torquemada, huyendo de la peste, en dirección a Granada.
Catalina “La Torquemadina”
Al poco de llegar a la localidad palentina, Juana I de Castilla dio a luz a su sexta hija. De nombre Catalina, nació el 14 de enero de 1507 y, por lo tanto, fue hija póstuma de Felipe el Hermoso. Tras nacer allí, fue apodada por algunos autores como “La Torquemadina”, una niña que a los pocos meses acabaría en Tordesillas, lugar en el que Juana I fue obligada a detener su viaje, frenando las melancólicas intenciones de llevar el cuerpo de su esposo hasta Granada.
Ya en Tordesillas, la pequeña Catalina se crio en cautiverio junto a su madre, viviendo eso sí una vida tranquila y alejada de la Corte. A pesar de su aislamiento, Juana se ocupó de supervisar su formación, proporcionándole una educación regia y un sólido bagaje cultural. Catalina aprendió a ser una mujer culta, a dominar con excelencia la música y la danza, a dominar el latín o el griego. Pruebas, una vez más, de que la reina castellana no estaba realmente “loca”.
Catalina, la princesa torquemadina, llegó a ser una mujer de estado, participando activamente en las decisiones políticas y aconsejando a su esposo. Aunque históricamente fue relegada a un segundo plano y su imagen difamada, los historiadores la han rescatado como una reina astuta y política hábil. Y ello a pesar de que tuvo una vida difícil, ya que vio morir a nueve de sus hijos. Tras el fallecimiento de su esposo Juan III en 1557, asumió la regencia de Portugal desde ese año hasta 1562. Falleció en Lisboa el 12 de febrero de 1578.
Con todo este legado, cada verano Torquemada rememora este fin de semana el episodio de su historia con una escenificación de la llegada del cortejo fúnebre de Juana I de Castilla y Felipe El Hermoso. De hecho el cortejo hasta cruzará el río Pisuerga y será recibido por los vecinos de la villa. A continuación dará comienzo una representación teatral sobre este episodio de la historia.