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Botín numismático - El embarque fue ordenado por el virrey Castelldosrius y recogía tributos procedentes de minas andinas como Huamanga o Puno, acuñados en la Casa de Moneda de Lima en 1707
Cartagena de Indias resistió con uñas, dientes y cañones: la batalla imposible que ganó España con solamente seis barcos
Tres letras pequeñas, estampadas en oro, han empezado a cambiar la lectura de uno de los naufragios más famosos del Caribe. P. V. A. es la inscripción que acompaña al lema Plus Ultra en las monedas halladas a 600 metros de profundidad. Aparecen grabadas entre los pilares coronados de Hércules, en el reverso de unas macuquinas de ocho escudos. Estas piezas de oro fueron extraídas de minas peruanas y acuñadas en la ceca de Lima en 1707, solo unos meses antes de que la Flota de Tierra Firme iniciara su última travesía, con el San José a la cabeza.
El análisis de esas monedas se ha convertido en la pieza central de una investigación liderada por la Escuela Naval de Cadetes Almirante Padilla y el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), en colaboración con la Armada de Colombia. El hallazgo refuerza la hipótesis de que los restos localizados frente a las costas de Cartagena pertenecen al legendario galeón español hundido en 1708. Gracias a las imágenes obtenidas por un vehículo submarino operado remotamente, el equipo identificó varios grupos de monedas dispersas en la popa, junto a objetos del cargamento y piezas de artillería.
La inscripción en las monedas refuerza la hipótesis del origen virreinal del cargamento
Cada ejemplar examinado ofrece pistas concretas. Las monedas, que miden unos 32,5 milímetros de diámetro, muestran una cruz de Jerusalén en el anverso y los escudos cuartelados de Castilla y León. El reverso revela las columnas de Hércules coronadas sobre las olas, junto a símbolos que indican su procedencia: la letra L de Lima, el número 8 como valor y la H que identifica al ensayador Francisco de Hurtado. En una de ellas, un punto diminuto junto al número refuerza esa autoría.
La campaña arqueológica realizada en 2022 también documentó porcelanas chinas del periodo Kangxi y cañones con inscripciones de 1665. Todo apunta a un barco que operó en las primeras décadas del siglo XVIII. Las evidencias materiales indican que las monedas formaban parte del tesoro embarcado en la feria de Portobelo, antes de que la flota zarpara hacia Cartagena.

La cita con el desastre ocurrió poco después, en medio de un enfrentamiento naval con fuerzas británicas. El 8 de junio de 1708, frente a las costas de Cartagena de Indias, el San José fue interceptado por una escuadra inglesa comandada por el comodoro Charles Wager. Durante el combate, una explosión —probablemente causada por la pólvora almacenada a bordo— partió el barco y lo hundió casi de inmediato, con más de 600 tripulantes a bordo. Solo unos pocos sobrevivieron, y el galeón desapareció bajo el mar cargado con uno de los mayores tesoros del virreinato.
Ese contexto histórico fue clave para interpretar el cargamento. En 1706, el virrey Marqués de Castelldosrius organizó el envío de los tributos acumulados en el virreinato del Perú, que debían cruzar el istmo panameño hasta llegar a Portobelo. Desde allí, el San José zarpó cargado de metales preciosos con destino a España. El oro utilizado para acuñar esas monedas procedía en gran parte de minas registradas en regiones como Huamanga y Puno, y se transformaba en la Casa de Moneda de Lima, que en 1696 retomó la producción en oro tras años de pausa.
El hallazgo también ha despertado una batalla jurídica por los derechos sobre el tesoro
El hallazgo mantiene implicaciones legales. La empresa estadounidense Sea Search-Armada alega haber descubierto el pecio en los años 80 y reclama parte del tesoro, lo que ha derivado en una disputa ante la Corte Permanente de Arbitraje. El gobierno colombiano sostiene que el hallazgo fue independiente y posterior, concretado oficialmente en 2015.
Más allá del litigio, el estudio sigue su curso. El artículo publicado en Antiquity por el equipo liderado por Daniela Vargas Ariza subraya la utilidad del análisis numismático en contextos arqueológicos. Según explica en el texto, “las monedas son artefactos fundamentales para datar e interpretar la cultura material, sobre todo en yacimientos de naufragios”.

La complejidad del estudio ha requerido un abordaje no invasivo. La Armada colombiana utilizó tecnología de fotogrametría y reconstrucción digital para registrar la disposición de los restos sin alterar su ubicación. Gracias a esta metodología, los investigadores pudieron elaborar modelos tridimensionales del naufragio, planos ortofotográficos y un mapa detallado de los hallazgos. Esta documentación ha permitido identificar patrones en la distribución de monedas, objetos cotidianos y restos estructurales.
Ese enfoque permite reconstruir rutas comerciales, prácticas fiscales y mecanismos logísticos de una etapa importante del imperio español. Las monedas halladas en el Caribe colombiano, acuñadas con oro andino, trasladadas en convoyes armados y hundidas junto al San José, encajan con una historia más amplia que combina poder, comercio y conflicto marítimo. Su análisis no solo ayuda a fechar el naufragio, sino también a situarlo dentro de las dinámicas coloniales de principios del siglo XVIII.