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El marino cántabro Antonio de Tova anotó en un manuscrito de más de seiscientas páginas los pormenores de una travesía científica que duró cinco años
Reportaje - Marcelino Menéndez Pelayo ya no tiene quien lo lea: sus libros en un almacén y su biblioteca en obras desde hace seis años
En los años 90 llegó a la Biblioteca Municipal de Santander un investigador de origen asturiano de la Universidad de Carolina del Norte preguntando por el diario de navegación de Antonio de Tova, uno de los documentos más singulares y, a la vez, más desconocidos que se custodia en esta instalación pública. Apenas ha sido leído. Es el diario de a bordo de un marino cántabro, oriundo de Riva de Ruesga, que participó en la mítica expedición Malaspina.
Ahora, su nombre bautizará a la calle que la dictadura dedicó en Santander a Carlos Haya. Un rótulo heredado del franquismo que ahora el Ayuntamiento está obligado a descolgar para cumplir con la Ley de Memoria Histórica y Democrática.
La caligrafía del teniente de navío Antonio de Tova Arredondo fue recogiendo las incidencias de uno de los mayores viajes científicos de la historia financiado por la corona española que en ese momento ocupaba Carlos IV. Una aventura épica que duró cinco años, entre 1789 y 1794, y cuyo relato está escrito por uno de sus protagonistas de aquel momento histórico de la ilustración española.

Segundo comandante de 'La Atrevida'
Nacido en el corazón de Cantabria en 1760, Antonio de Tova tenía 29 años cuando se embarcó con destino al fin del mundo, cuando se incorporó en Cádiz a la travesía del marino italiano, al servicio de la Armada española, Alejandro Malaspina, como segundo comandante de 'La Atrevida'. Una de las dos corbetas gemelas –la primera bautizada como 'La Descubierta'– capitaneada por otro cántabro natural de Ontaneda: José de Bustamante y Guerra.
Tovar ya tenía experiencia como marino en la expedición contra Argel de 1775, largos cruceros por el Atlántico y participación en las guerras de fin de siglo contra ingleses y franceses. Pero ahora empezaba la gran aventura de su vida. Quince días después de la toma de La Bastilla comenzó una extraordinaria odisea que les llevó a cruzar el Atlántico hasta Montevideo, doblar el cabo de Hornos y navegar la costa pacífica de América del Sur, además de alcanzar Alaska sin éxito en la búsqueda del soñado paso del noroeste que comunicaba ambos océanos. Navegaron entonces por las islas del Pacífico, Filipinas y Australia hasta emprender el regreso.
La expedición regresó a España el 21 de septiembre de 1794. No traía oro sino una riqueza más singular e importante: una extraordinaria dosis de conocimiento
La expedición regresó a España el 21 de septiembre de 1794. No traía oro, sino una riqueza más singular e importante: una extraordinaria dosis de conocimiento. Durante aquella larga travesía, Antonio de Tova anotaba de forma minuciosa los pormenores del viaje en un cuaderno que fue más allá de un simple diario de navegación con datos sobre el rumbo, las millas recorridas o las condiciones meteorológicas. El marino también anotó otras incidencias, describió
Durante el viaje los cartógrafos iban dibujando los mapas, los contornos de la costa que navegaban, se tomaban muestras del calado para el fondeo de los barcos. Pero sobre todo se realizó una mayúscula investigación sobre geografía, historia natural y etnografía.
Antonio de Tova, con disciplina, paciencia y rigor, fue describiendo los pormenores de la odisea
Era un mundo nuevo que había que descubrir, reseñar y estudiar. 'La Atrevida' fue cosiendo un completo catálogo mineral, animal y botánico de especies de ese nuevo mundo, se recogieron semillas y plantas. Se aprendía todo, los científicos de diversas especialidades investigaban, descubrían y recogían además información sustancial de aspectos sociales, económicos y políticos de los lugares que visitaban.
Todo ello generó una ingente cantidad de fondos que, aún hoy, tiene un mayúsculo atractivo para historiadores y biólogos. Antonio de Tova, con disciplina, paciencia y rigor, fue describiendo los pormenores de la odisea que trajo a España nuevas cartas náuticas, observaciones astronómicas, colecciones minerales y botánicas, dibujos y mapas.

La mayor parte de los documentos de la expedición Malaspina se conservan en el Museo de América, el Museo Naval de Madrid, el Real Observatorio de la Armada, el Real Jardín Botánico y el Museo Nacional de Ciencias Naturales. Menos el diario del segundo comandante. El manuscrito de Antonio de Tova está en la Biblioteca Municipal de Santander. Todo el conocimiento científico que alumbró cinco años de navegación pasó a las sombras del olvido. Solo se publicó un atlas.
A su vuelta, Malaspina entregó una cantidad ingente de catálogos, dibujos y documentos. Pero cayó en desgracia cuando además aconsejó, en un informe confidencial crítico, dar autonomía a los territorios y virreinatos bajo pabellón español. Manuel Godoy, el funesto primer ministro de Carlos IV, lo acusó de revolucionario y acabó cumpliendo diez años de prisión. Este episodio arrastró a las sombras todos los documentos que habían llegado de ultramar, que estuvieron a punto de arder en la hoguera de la censura inquisitorial. Quedó todo confiscado en el Ministerio de Marina.
¿Original o copia?
Muy probablemente Antonio de Tova intentó salvar el diario. De hecho, el manuscrito que guarda la Biblioteca pública de Santander tiene una escritura uniforme, sin tachones, lo que invita a presumir que el marino cántabro intentó preservar el original haciendo una copia. No obstante entre las 608 páginas hay algunas partes finales que si parecen ser originales por las correcciones que tiene y la caligrafía más irregular.
Hay pocas referencias bibliográficas sobre este diario que no se sabe cómo y en qué fecha exacta llegó a la Biblioteca Municipal de Santander. Cabe la posibilidad de que hubiera sido confiscado de alguna casa durante la Guerra Civil.

Lorenzo Sanfeliú, un comandante de marina de Santander, lo consultó en 1944 para escribir '62 meses a bordo', un texto que reproduce su contenido con omisiones y algunos añadidos cuya procedencia se ignora. Pero la investigación más completa es la del antropólogo Enrique Javier Porrúa que en 2001 publicó 'The Diary of Antonio de Tova on the Malaspina Expedition (1789-1794)' después de estudiar el manuscrito original de Antonio de Tova, interesado –en origen– por la vida de los pobladores de la costa americana del Pacífico norte.
Poco más se sabe de su biografía. Algunos años después de la expedición regresó a su pueblo, a la casa solariega que todavía se conserva en Riva, y ocupó algunas responsabilidades como regente del Valle de Ruesga o alcalde mayor de Riva. Arrastró mala salud y no volvió a navegar de forma constante ni realizó ninguna travesía con protagonismo.
Murió en 1825, a los 65 años. Su testamento vital es el diario de la expedición Malaspina, una de las empresas científicas más extraordinarias que se impulsaron en el país.