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'Política para supervivientes' es una carta semanal de Iñigo Sáenz de Ugarte exclusiva para socios y socias de elDiario.es con historias sobre política nacional. Si tú también lo quieres leer y recibir cada domingo en tu buzón, hazte socio, hazte socia de elDiario.es
Donald Trump consiguió lo que quería. La OTAN consiguió lo que quería. Pedro Sánchez consiguió lo que quería. La cumbre de la OTAN de esta semana era un gran espectáculo de unas pocas horas de duración cuyo único objetivo era conceder al presidente de EEUU un titular y unas cuantas dosis de culto a la personalidad. De esto último se ocupó su secretario general, Mark Rutte, que no dudó en humillarse para jugar el papel de amigo pelota del matón de la clase que aterroriza a todos.
Los gobiernos tenían que dar su visto bueno a un comunicado que establecía el objetivo de llegar al 5% del PIB en gasto militar (3,5%) y relacionado con la defensa (1,5%) en los próximos diez años. Sobre si tendrán recursos suficientes para hacerlo y en qué se gastarán tanto dinero, nadie tiene una respuesta clara. Lo que sí sabían todos es que necesitaban el titular del 5% para calmar a la bestia. Por dos razones. La negociación de EEUU y la UE sobre comercio y aranceles está en su recta final. Francia y Alemania quieren que se cierre un acuerdo cuanto antes. Se juegan mucho económicamente. Las conversaciones las lleva la Comisión Europa, que sólo ha dicho que está estudiando la última contrapropuesta de Washington sin revelar en qué consiste.
El segundo tema es la guerra de Ucrania. Los gobiernos europeos viven entre el pánico y la preocupación la posibilidad de que Trump crea que la ayuda militar a Kiev es dinero tirado a la basura. A pesar de su proximidad a Putin y su desdén por Zelenski, aún no se ha decantado por la opción extrema de desentenderse de la guerra. Trump dijo que está estudiando el envío de nuevas baterías de misiles Patriot para que Ucrania se defienda de los ataques aéreos rusos.
Por todo ello, nadie quería que hubiera un auténtico debate en la cumbre con las posiciones y matices que cada jefe de Estado o de Gobierno quisiera incluir. Si alguien se salía un poco del guion trazado, corrían el riesgo de que Trump se calentara y empezara con sus amenazas. Era una fiesta familiar en la que todos se conjuran para que nadie saque un tema polémico que pueda hacer que el tío medio loco haga sufrir a todos con sus comentarios inapropiados. En el caso de Sánchez, era necesario que mantuviera un perfil bajo por esa misma razón. Y por otro lado, se notaba que él no tenía muchas ganas de entrar en discusiones con colegas que no estuvieran contentos con el acuerdo que permite una excepción ibérica en el gasto militar y dar lugar a fotos en las que se viera a los otros mirándole con cara de 'por qué tú el 2% y yo el 5%'.
Por la misma razón, Sánchez evitó entrar en un choque directo con Trump en la reunión ni buscar la foto con el norteamericano. No ganaba nada y se arriesgaba a provocar imágenes incómodas. Seguro que Rutte le dijo algo así: por lo que más quieras, no cabrees al Daddy. A cambio, te envío una carta que no aprobará, aunque sí tolerará, un gasto militar que se quede en el 2%.
En la prensa española de derecha, en primer lugar se criticó a Sánchez por desmarcarse de la línea oficial de la OTAN y luego se le acusó de no haber montado el número. “Sánchez se 'acobardó' en la cumbre de la OTAN”, tituló El Mundo. Si hubiera aceptado el 5%, le habrían acusado de aceptar un objetivo imposible. Le iban a atizar por una cosa y la contraria.
El PP y Podemos coincidieron en el argumento principal: Sánchez estaba mintiendo, porque había firmado el 5%. El único resultado de la cumbre fue un comunicado de los líderes, de sólo cinco párrafos y gestionado por el equipo de Rutte, que informó del acuerdo y que incluye el 5%. Hábilmente, con los trucos diplomáticos habituales en las cumbres polémicas, en el texto no se dice “the allies” (los aliados, es decir, todos los aliados), sino “allies” sin el artículo. Parece un poco retorcido, pero es la forma en que se introduce una cierta ambigüedad en los comunicados para que se sepa que puede haber excepciones. Y se hace de forma que luego se pueda desmentir tal excepción.

Cuando Trump abrió la boca, las dudas que pudieran existir desaparecieron. Ya sabía que Sánchez se había salido con la suya. No le gustó nada su actitud y amenazó con sanciones comerciales a España. A pesar de estas palabras, Feijóo y Belarra insistieron en el error, porque a los dos les conviene presentar a Sánchez como un traidor a sus bases y a sus aliados.
¿Es España el único país que no llegará ni de lejos al 5%? No, por mucho que ahora todos prometan lo contrario. Pero el plazo de diez años para cumplir el objetivo es tan largo que permite ir tirando con aumentos menores del gasto de defensa. En 2014, los miembros de la OTAN decidieron subir ese gasto al 2% del PIB y hacerlo en diez años. Ocho años después, sólo siete países llegaban a ese nivel. Veintidós estaban por debajo. Si no hubiera sido por la invasión rusa de Ucrania, muchos se habrían quedado sin alcanzar el 2% en 2024.
Las dudas sobre el gasto real después de esta cumbre han aparecido en varias fuentes. Un informe del banco holandés ABN Amro indica que el objetivo de un incremento del gasto propiamente militar hasta el 3,5% “no es realista para la mayoría de los países”. Además, cree que “el aumento realmente grande en el gasto de defensa quedará circunscrito fundamentalmente a Alemania”.
Sólo Alemania, Polonia y los países bálticos y nórdicos llegarán al objetivo trazado en la cumbre, según el veterano diplomático francés François Heisbourg, que ha trabajado en distintas funciones para tres presidentes de su país. “Todos saben que Francia, Bélgica, el Reino Unido, España e Italia no están en condiciones de cumplir este tipo de compromisos”, dice.
El caso de Italia es el más chocante. Meloni se ocupó de decir a todo que sí a Trump. ¿Un 5%? Desde luego. La realidad es que con un 135% de deuda pública sobre el PIB lo tiene difícil para conseguir el dinero. De hecho, muchos creen que no llegará al 2% a finales de este año. El Gobierno pretende clasificar como gasto militar algunos gastos que dirá que están relacionados con la defensa, como el presupuesto de la policía financiera y la guardia costera. Es difícil que la OTAN y la Comisión Europea acepten este ejemplo de creatividad contable.
Para el futuro, tienen una idea aún más ingeniosa. Colar la construcción de un puente entre Sicilia y la península italiana como gasto relacionado con la defensa. Será para que los soldados y los tanques puedan llegar a la isla, aunque allí no hay ningún enemigo. Se trata de una idea no muy definida que circula en varios ministerios, pero fue el ministro de Exteriores, Antonio Tajani, el que la mencionó en público, aunque como posibilidad. Este proyecto que es casi legendario –se habla de él desde hace décadas– podría costar hasta 14.000 millones de euros. Tratándose de Italia, es posible que el coste sea mayor o que el puente no se haga nunca.
Europa aún no sabe si merecerá la pena inclinarse ante el emperador de piel naranja, que el secretario general de la OTAN masajee su ego llamándole “Daddy” (papi) como si tuviera que disciplinar a los hijos rebeldes, y ejecutar un aumento de gasto militar fuera de las posibilidades de algunos países. Hay que recordar que los dirigentes de la Administración de Trump han dejado claro en público que Europa es una pesadilla que ha hundido su civilización por abrir las puertas a la inmigración y donde se persigue la libertad de expresión (de los sectores más fanáticos de la extrema derecha). Para el presidente, la misma formación de la UE fue una conspiración contra EEUU.
EEUU es en estos momentos un aliado tan singular que casi parece un enemigo. Trump parece más a gusto con líderes autoritarios como Putin, Erdogan y Netanyahu que con los europeos. En el PP y los medios de la derecha, deberían saber que no es buena idea apoyar a Trump frente a Sánchez o culpar al segundo de que el primero esté enfurecido con nuestro país. Que tengan cuidado porque puede pasar como en Canadá o Australia y que la posición de firmeza frente a EEUU sea una carta ganadora en las urnas.
Ciencia y conspiraciones

Esta semana, se han publicado los resultados de una encuesta sobre percepción social de la ciencia y la tecnología en España que me han dejado perplejo hasta el punto de que pensaba que era un error (sí, a veces los sondeos se equivocan por toda una serie de razones). Un 41% cree que “se han producido virus en laboratorios gubernamentales para controlar nuestra libertad”. Eso es el tipo de cosas que te cuentan en los programas de Iker Jiménez. Un 50% dice que “las compañías farmacéuticas ocultan los peligros de las vacunas”, a pesar de que han pasado pocos años desde que las vacunas salvaron incontables vidas en la pandemia.
Son resultados similares a los que existen en otros países europeos. Ha crecido la desconfianza hacia el papel que juegan los intereses comerciales en el ámbito científico, que es algo que existe y no se puede negar. La pandemia provocó un aumento del rechazo a las decisiones de gobiernos e instituciones internacionales, empezando por los confinamientos, y que terminó afectando también a las cuestiones científicas. Son más habituales entre votantes de extrema derecha, aunque esas ideas se han extendido en el campo de la derecha. Aún es habitual encontrar opiniones de dirigentes del PP que critican las decisiones tomadas por el Gobierno en España en 2020 o dicen que se encerró a la gente en sus casas sin motivo. Es algo que sigue haciendo Isabel Díaz Ayuso. La indignación política hace que sea más probable que se acepten conspiraciones que tiempo atrás se hubieran rechazado.
También influye que muchas personas se informan todos los días a través de las redes sociales, donde esos contenidos reciben muchas visitas, generan ingresos económicos a sus creadores y terminan siendo recomendados por el algoritmo, en especial en YouTube. Una idea interesante de Clara Pretus citada en el artículo: “Las conspiraciones nos hacen sentir especiales y mejores que los demás, porque nos creemos conocedores de esta supuesta verdad escondida, mientras que la mayoría de la población vive engañada”.
Es legítimo criticar a los científicos, como a cualquier colectivo. Se debe hacer apelando a argumentos científicos, no a prejuicios o ideas políticas. Habrá muchas razones que expliquen los resultados de la encuesta, pero hay otra idea que me parece obvia: una sociedad que da la espalda a la ciencia o duda de la honestidad de su trabajo está condenada al atraso económico y a la propagación de ideas reaccionarias.
Nuestras cuentas

Por si no las viste ayer, aquí están las cuentas de elDiario.es en 2024 explicadas por Ignacio Escolar. Como siempre, hay que recordar que, por muy buenas que sean tus intenciones, no puedes ser independiente si tu supervivencia económica está en manos de otros. Es un ejercicio de transparencia que casi ningún medio hace con este nivel de detalle. La calidad del trabajo de la redacción se ha visto recompensada por el aumento del número de socios en un 32% el año pasado. Eso ha permitido seguir aumentando el número de trabajadores en la redacción central hasta 139 personas, de los que 92 somos periodistas. Aunque los números económicos son buenos, hay que saber que sólo podremos seguir ampliando el trabajo de la redacción si continuamos aumentando el número de socias y socios.
Precisamente por lo que publicamos, nuestra facturación publicitaria es muy inferior a la del resto de los principales medios. Igual has leído en redes sociales que el Gobierno beneficia a algunos medios con la publicidad institucional y en concreto al nuestro. Es falso. En 2024, elDiario.es recibió 336.438 euros en campañas de publicidad institucional del Gobierno de España, el 2,1% del total de nuestros ingresos. Mientras tanto, gobiernos del PP, como el de la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de la capital, financian medios con generosidad que cuentan con una audiencia muy inferior a la nuestra. Esto es algo que Miguel Ángel Rodríguez lleva haciendo toda la vida.
Hasta el próximo domingo y de verdad muchas gracias por tu apoyo. No existiríamos sin tu ayuda.