Repetir apagado

1

Repetir uno

all

Repetir todo

Así definía Lorca la gran ciudad norteamericana en su poemario 'Poeta en Nueva York'
Identificación fotográfica] 06 Julio 2025, 12:15

Así definía Lorca la gran ciudad norteamericana en su poemario 'Poeta en Nueva York'

A pesar de que Nueva York es hoy una ciudad archiconocida, revisitada hasta la saciedad por el cine de Hollywood y los imaginarios globales, no siempre fue el icono deslumbrante que se presume -y mucho menos para un poeta andaluz que la descubrió con ojos asombrados y desgarrados-.

Federico García Lorca, uno de los grandes nombres de la poesía española del siglo XX, pisó sus calles en los años treinta y plasmó su experiencia en uno de sus libros más rotundos y oscuros: Poeta en Nueva York.

Allí no encontró el sueño americano, sino una urbe deshumanizada, frenética y profundamente desigual. Sus versos, escritos entre el vértigo de los rascacielos y la melancolía del exilio, siguen hoy latiendo con una fuerza profética.

Dentro del poemario 'Poeta en Nueva York'

Tras adentrarse en el vanguardismo que caracteriza esta obra, se evidencia una nueva dimensión en la poesía lorquiana. Lejos del Lorca tradicional, ligado a lo clásico y lo flamenco, con obras como Romancero gitano o Poema del cante jondo, Poeta en Nueva York revela un rostro distinto del autor.

Dentro del poemario, destacan especialmente las secciones “Poemas de la soledad en Columbia University”, “Vuelta a la ciudad” y “Huida de Nueva York”, en las que se condensa simbólicamente la experiencia urbana; así como “Los negros” y “Calles y sueños”, centradas en el pueblo afroamericano.

Aunque las secciones IV y V también forman parte esencial de la obra, en ellas Lorca emprende una huida del caos neoyorquino hacia el lago Eden Mills y una granja alejada del bullicio.

Se percibe allí un regreso a su esencia más clásica, con un uso del verso libre y el tono superrealista de la época, sin renunciar del todo a un ritmo y rima que lo vinculan con su tradición. Esa fuga le otorga la perspectiva suficiente para reinterpretar su viaje.

El análisis del poemario puede iniciarse en los textos dedicados a desentrañar la ciudad. Vuelta de paseo actúa como una contundente declaración de intenciones. Aunque en apariencia las imágenes que lo componen resulten inconexas, capturan con precisión la esencia de Nueva York.

Esa ciudad idealizada como tierra de oportunidades, mito del sueño americano, se le presenta a Lorca de forma cruda desde su llegada: “Asesinado por el cielo […] dejaré crecer mis cabellos”. Un cielo gris, alejado del imaginario lorquiano, dominado desde el siglo XIX por la industrialización. Los versos que abren y cierran el poema reflejan el contraste entre esa nueva realidad y la anterior, y anticipan el tono de su estancia americana.

Mediante símbolos urbanos como “el árbol de muñones que no canta”, los rascacielos o “el niño con el blanco rostro”, Lorca contrapone la inocencia perdida —en referencia al niño del Romancero gitano— con una rutina desgastante: “todo lo que tiene cansancio sordomudo”.

A esta llegada se suman dos poemas con referencias a la infancia, donde se percibe una nostalgia que se convierte en el hilo emocional del viajero. El poema Fábula y rueda de los tres amigos asienta su experiencia en Columbia University y plasma una primera gran decepción amorosa. Así, la primera parte del libro presenta la llegada a Nueva York, la añoranza del hogar y el desencanto amoroso.

Colectivos oprimidos que Lorca vio en Nueva York

En esta misma línea, Lorca continúa una de las constantes en su obra: la atención hacia colectivos oprimidos. Si antes fueron los gitanos, ahora son los negros de América. En Los negros, se establece una imagen colectiva del pueblo afroamericano como un pueblo que ama y odia. El odio no nace del resentimiento, sino del desconocimiento de lo que nunca fue propio: la piel blanca, la nieve, las despedidas.

Versos como “odian la blanca mejilla, la nieve fría, el pañuelo de la despedida” remiten a la esclavitud y el desarraigo. A través del color azul, símbolo del amor y de la tristeza —blue en inglés—, Lorca enlaza emoción y experiencia: “Es por el azul sin historia, azul de una noche sin temor de día, azul donde el desnudo del viento va quebrando”.

El tono se torna claramente reivindicativo en exclamaciones como “¡Negros, negros, negros!”, que funcionan como un mantra de guerra y libertad. El poeta se muestra testigo impotente del potencial reprimido de este pueblo. Algunos críticos han planteado que, de no haber sido asesinado, Lorca podría haber creado un “Romancero afroamericano”.

En versos como “¡Hay que huir!, huir por las esquinas y encerrarse en los últimos pisos […]”, se vislumbra una incitación a escapar del sistema opresor y ocupar espacios de poder sin ceder al eclipse identitario impuesto por la mayoría blanca.

El poemario también refleja la llegada de esclavos negros desde África para construir, con su mano de obra, los cimientos de la moderna Nueva York. En Calles y sueños, se subraya cómo las avenidas y edificios se alzaron sobre las ruinas de vidas quebradas. Versos como “Mirad el mascarón cómo viene del África a Nueva York. […] Era el momento […] del óxido del hierro de los grandes puentes” mezclan la dureza del viaje transatlántico con la frialdad industrial de la ciudad. La imagen final —“las brisas de largos remos golpeaban los cenicientos cristales de Broadway”— condensa la fusión de ambos mundos: el origen y el destino, el dolor y el espectáculo.

Poeta en Nueva York, un conjunto que desvela la realidad de EEUU

En su conjunto, Poeta en Nueva York es una obra que recoge visiones urbanas fragmentadas, intensas y poéticas. Con capítulos sobre su llegada, la experiencia neoyorquina, las vivencias del autor y el enfoque sobre el pueblo negro, Lorca deambula por callejones reales y simbólicos para retratar el alma de la ciudad. Por ello, las imágenes son variadas e inconexas: animales muertos, cielos vacíos, niños pobres, pisos deshabitados, multitudes que vomitan, orinan, se ocultan, tropiezan… Y paisajes “llenos de sepulcros que producen fresquísimas manzanas”, como potente paradoja visual.

Esta obra permite redescubrir a un Lorca distinto, más combativo y existencial. Revela cómo la poesía no sólo se alimenta del sentimiento, sino también del territorio, del exilio y de la vivencia ajena. Poeta en Nueva York se convierte así en una lectura esencial para quienes ya conocen la lírica del “Verde que te quiero verde” y buscan en el autor una voz universal, en diálogo con las injusticias del mundo.


Comentarios (0)
1000