![Identificación fotográfica] Identificación fotográfica]](https://wanted.love/uploads/news-logo/2025/07/11/5928/big-e8e2976438.jpg?auth=ee19c0c3f03f137b1aabe31be39e0fcb44d01bec51e8812e043acc08f18d3917)
“Hay una bomba en el hotel, cabronazo”. Hace ahora 30 años, Portugal Fashion empezaba con un sonoro troleo. Una chanza telefónica que llenó el Sheraton de Oporto de artificieros de la policía en busca de un artefacto que, en realidad, ni era tal ni podía ser desactivado. El anónimo bromista se refería a otro tipo de material sensible, custodiado por un par de guardaespaldas en la suite presidencial de la planta 18 del hotel: la explosiva Claudia Schiffer. La supermodelo alemana fue, junto a la francesa Carla Bruni, la danesa Helena Christensen y la australiana Elle McPherson (segunda ola de aquellas tops que definieron el canon de belleza de los noventa), el lucido reclamo de la primera edición de una semana de la moda que quería plantarle cara a la pasarela de Lisboa, establecida cuatro años antes, en 1991: si en la capital se fardaba de diseño y glamur ―eran los días de gloria de Fátima Lopes, la Donatella Versace local, y la extravagante pareja Alves & Gonçalves—, al norte la ciudad del Duero sacaba pecho con la industria textil y el negocio de la confección, regados con los millones que entonces llovían de Bruselas. Tres décadas después, en la Portugal Fashion de Oporto todo ha cambiado para que todo siga igual.