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Ubicada en el municipio ourensano de Calvos de Randín, esta caída de agua ofrece un recorrido breve entre vegetación autóctona, restos etnográficos y senderos rurales próximos a la frontera
Esta ciudad portuguesa es Patrimonio de la Humanidad y conserva un legado romano único
Muy cerca del límite con Portugal, en el sur de la provincia de Ourense, se encuentra la Fervenza de Vilariño, una cascada de cuatro metros de altura que forma parte del curso del Regato do Muíño Vello. Situada en el municipio de Calvos de Randín, esta caída de agua es accesible desde la aldea de Vilariño, dentro de la parroquia de Randín (San Xoán), y constituye un recurso paisajístico de interés dentro del entorno rural gallego.
Este enclave natural está ubicado en la zona más alta del municipio, en la sierra da Pena, a más de 1.000 metros de altitud. La cascada, aunque de dimensiones reducidas, se integra en un entorno caracterizado por la vegetación autóctona y por elementos etnográficos como los restos de un antiguo molino. El recorrido para acceder al lugar es breve, señalizado y transitable a pie. Desde el camino, se puede observar el curso del regato que cruza discretamente hacia territorio portugués, donde se conoce como Moinho Velho.
La Fervenza de Vilariño se incluye dentro del catálogo de recursos naturales de Turismo de Galicia y está documentada en diversas fuentes locales. No presenta infraestructuras turísticas, lo que refuerza su carácter natural y la convierte en un punto de visita para quienes buscan conocer espacios poco intervenidos. El acceso directo desde la carretera, la cercanía a la frontera y la baja afluencia convierten esta cascada en un lugar de interés para rutas de senderismo o turismo rural de baja intensidad.
Entorno geográfico y acceso
La cascada se encuentra en la zona más elevada del municipio de Calvos de Randín, a poca distancia de la línea fronteriza con Portugal. El acceso principal parte de la aldea de Vilariño. Antes de llegar al núcleo, una señal de madera indica el sendero que lleva a pie hasta la cascada. El camino no presenta grandes dificultades y es adecuado para todo tipo de visitantes, aunque se recomienda precaución en días de lluvia por la posible humedad del terreno.
El salto de agua pertenece al Regato do Muíño Vello, que cruza la “raia seca”, término con el que se designa el tramo de frontera sin separación fluvial visible entre Galicia y Portugal. En el lado portugués, este arroyo pasa a denominarse Moinho Velho. El entorno cuenta con vegetación autóctona típica de la media montaña gallega. La altitud, superior a los 1.000 metros, contribuye a que el clima sea fresco durante buena parte del año.
Uno de los elementos más representativos del entorno es el antiguo molino en ruinas situado junto a la caída de agua, del que toma nombre el arroyo. Aunque actualmente no se conserva en uso, su estructura forma parte del patrimonio rural del municipio. Estas construcciones eran habituales en la zona y formaban parte del sistema económico tradicional, basado en la molienda de grano mediante energía hidráulica. La presencia del molino refuerza el valor etnográfico de la cascada dentro del conjunto de recursos rurales.
Turismo de baja densidad y valor natural
Sin masificaciones ni servicios añadidos, esta pequeña cascada gallega ofrece una experiencia de contacto directo con la naturaleza. La Fervenza de Vilariño no forma parte de circuitos turísticos masivos y no cuenta con servicios o instalaciones asociadas. Su visita se enmarca en un modelo de turismo de baja densidad, centrado en el disfrute del entorno natural sin intervención.

Está señalizada como punto de interés en las rutas de fervenzas de Galicia recogidas por la administración autonómica y otras iniciativas de puesta en valor de recursos rurales. El lugar es apto para una visita breve, de baja exigencia física, y puede integrarse en rutas más amplias por el municipio o la comarca.
La zona presenta diferentes aldeas que conservan construcciones tradicionales y elementos vinculados a la historia rural de la frontera. También es posible conectar con localidades del país vecino a través de caminos rurales, lo que permite ampliar la visita en un recorrido transfronterizo.
Debido a su altura moderada y a la dimensión del arroyo, el caudal puede variar según la época del año. Las mejores condiciones para observar la cascada se dan en primavera u otoño, cuando las lluvias recientes aseguran un flujo constante. La ausencia de construcciones, vallas o elementos artificiales en el entorno contribuye a preservar la estética natural del lugar. No hay zonas recreativas, por lo que se recomienda a los visitantes planificar con antelación y llevar lo necesario para una estancia breve y responsable.