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Trágica aventura - Expertos y medios brasileños denunciaron carencias graves en el operativo, desde el uso de material inadecuado hasta la falta de personal formado para rescates verticales en zonas de difícil acceso como la del Rinjani
Descenso al ‘tubo rojo’ en el interior del volcán de La Palma: la vida se abre paso en la boca del infierno
A las 6:30 de la mañana, el sendero junto al cráter del Rinjani estaba cubierto de niebla espesa. Las pisadas crujían sobre la arena volcánica, resbaladiza y fina como el polvo. El guía local avanzaba con paso firme mientras el resto del grupo intentaba mantener el ritmo, rodeado de piedras sueltas que hacían que cada apoyo fuese inestable. Aquel punto de la ruta no ofrecía margen para errores, justo donde la brasileña Juliana Marins, que viajaba por Asia desde febrero, pidió parar.
Juliana tenía 26 años, era de Niterói y se encontraba en Lombok, en Indonesia, acompañada por otros cinco turistas. Formaban parte de una excursión hacia la cima del monte Rinjani, un volcán activo de 3.726 metros de altitud. En esa mañana del 21 de junio, tras pedir una pausa por agotamiento, comenzó a descender junto al guía cuando resbaló cerca del borde de la caldera y cayó por un barranco de entre 300 y 600 metros. El punto de caída, según detallaron las autoridades, se encontraba en una zona de acceso muy limitado y elevada peligrosidad.
Drones turísticos permitieron localizarla, pero no fue suficiente
La detección de su cuerpo no fue inmediata. Turistas que operaban drones alertaron sobre su paradero poco después, al observar que se movía débilmente sobre el terreno gris, en una zona empinada donde resultaba imposible acceder a pie sin equipamiento técnico. La Agencia Nacional de Búsqueda y Rescate de Indonesia desplegó un operativo de más de 50 personas, con el apoyo de helicópteros y drones, pero las condiciones del terreno dificultaron cada intento de aproximación.

El suelo estaba compuesto por arena volcánica blanda, con piedras sueltas y sin ninguna superficie firme. La niebla cerrada reducía la visibilidad a pocos metros y los vientos cambiantes hacían inviable cualquier maniobra aérea segura. Según explicó la propia agencia indonesia en una nota oficial, “tardamos varias horas en ubicarla con exactitud y, cuando lo conseguimos, no había condiciones técnicas para intervenir”.
La dejaron allí a la espera de poder rescatarla. Desafortunadamente, cuando volvieron a por ella el cuerpo se había vuelto a deslizar ladera abajo. Cuando la llamaron por su nombre para ver si podían guiarse por su voz, solamente encontraron el silencio. Así, los rescatistas volvían a trabajar a ciegas.
El operativo se extendió durante cuatro días. Las imágenes grabadas por drones el primer día mostraban que Juliana seguía con vida. Sin embargo, la falta de agua, comida y abrigo, unida a la altitud, el frío intenso y posibles lesiones internas provocadas por la caída, agravaron su estado.
La familia desmintió en redes sociales que se hubieran entregado mantas o agua, y criticó la difusión de vídeos que pretendían mostrar una operación de socorro que nunca se llegó a concretar. En un comunicado, los allegados de Juliana insistieron en que “las imágenes son engañosas y contribuyen a desinformar”.
La respuesta de las autoridades ha sido cuestionada desde entonces. Críticos locales e internacionales han puesto el foco en la escasa preparación de los equipos y la falta de infraestructura especializada en rescates de alta montaña. El uso de cuerdas demasiado cortas, la ausencia de una unidad con experiencia en descensos verticales complejos y la demora en movilizar recursos adecuados han sido puntos señalados por expertos consultados por medios brasileños como Globo y Folha.
El cuerpo fue recuperado tras cuatro días de complicaciones logísticas
La recuperación del cuerpo sin vida no se produjo hasta el 24 de junio. Fue hallado 600 metros por debajo de la ruta principal, en una zona adyacente a la caldera. En un comunicado oficial recogido por la agencia estatal Antara, el jefe del operativo de rescate, Mohammad Syaffi, explicó que “la extracción se completó con apoyo terrestre tras varias tentativas aéreas frustradas por el clima”.
La joven llevaba varios meses de viaje por el sudeste asiático y había pasado por Vietnam y Tailandia antes de llegar a Indonesia. Su última publicación en redes sociales mostraba imágenes del monte Batur, otro volcán balinés. Según su familia, Juliana planeaba continuar recorriendo la zona y había reservado una visita a Filipinas para las semanas siguientes.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil declaró estar en contacto con la embajada en Yakarta para prestar asistencia a los allegados. En el mismo comunicado, recogido por el diario O Globo, una portavoz del ministerio afirmó que “el gobierno está acompañando de cerca todos los trámites con las autoridades locales”.
El accidente de Juliana reabrió el debate sobre la seguridad en rutas de montaña en países con escasos recursos logísticos. Aunque el Rinjani recibe miles de visitantes cada año, su infraestructura para emergencias sigue siendo limitada. La entrada al parque fue cerrada tras el accidente, mientras se completaban las operaciones de rescate. La familia de Juliana pidió respeto y cuestionó la gestión de la emergencia desde el primer momento.