La rumba catalana es sinónimo de un enorme legado musical y cultural, un género que nació en la capital catalana en los años 40, aunque será en los 60 cuando se empiece a popularizar. Rumba con historia y artistas de gran nivel que la llevaron a muchos lugares fuera de tierras catalanas.

Y precisamente un barrio donde siempre se ha oído la rumba catalana, en diferentes calles y a muchas horas del día y la noche, el Raval, será el que acoja la primera y única, de momento, Casa de la rumba catalana del mundo.

El proyecto de esta casa está capitaneado por la Fundación ACICAC, es decir, la Agrupación de Casas de Innovación, Cultura y Arte de Catalunya y la Plataforma por la defensa de la Rumba catalana. ¿Objetivo? Internacionalizar una nueva industria con la marca de la Rumba catalana, aportar reconocimiento y visibilidad al estilo y sus intérpretes y fortalecer la identidad y cultura gitana catalana.

La futura sede tendrá espacios para varias entidades, una cafetería restaurante ambientado con la estética de la Barcelona de los años 50, un museo y una escuela de música, que incluirá salas de ensayo y estudios de grabación para los diferentes artistas que siguen defendiendo con su talento la rumba catalana.

Los impulsores del proyecto insisten en que la rumba catalana es un canal de expresión para los gitanos catalanes, un símbolo cultural transmitido tradicionalmente principalmente de manera oral y que ha servido de nexo social y musical desde hace muchos años. Un género que ha servido, insisten, como agente socializador de la cultura gitana catalana dentro de la sociedad mayoritaria, sin dejar de ser una manifestación musical y cultural propia de los que la practican.

Música en la calle

La rumba catalana nació, aseguran los expertos que la han estudiado, en los camerinos, en las juergas, en las plazas donde se juntaban gitanos catalanes, en la calle de la Cera, en pleno barrio del Raval, además del barrio de Sant Antoni, la Plaça del Raspall u Hostafrancs, con artistas cubanos y puertorriqueños que venían de gira por Europa.

Y fue así como se fusionaron el son, la guaracha, el flamenco y el catalán. Era un género que alentaba la juerga y el baile, con ritmo, letras y melodías pegadizas. Fiesta desenfadada, broma, diversión que incluía zapateado, remates, braceos, pasos de salsa, palmas… y, por supuesto, el ventilador, esa forma única y original de tocar la guitarra que consiste en que la misma mano que rasguea las cuerdas, golpea la caja de la misma guitarra rítmicamente.