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Un estudio arqueológico desmitifica los enterramientos dobles en camas de los siglos V al VIII, revelando simbolismo social y ritual en lugar de vínculos personales
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Durante siglos, algunos enterramientos europeos han desconcertado a los arqueólogos: tumbas dobles en las que dos personas yacen una al lado de la otra, a veces sujetas de la mano, sobre estructuras que evocan camas. La imagen sugiere vínculos afectivos, quizás románticos. Pero un nuevo estudio publicado en European Journal of Archaeology desmonta esta idea con una conclusión sorprendente: en la mayoría de los casos, los ocupantes ni eran pareja ni estaban emparentados.
Una práctica extendida pero poco común
Los investigadores analizaron cerca de 60 entierros de este tipo distribuidos por Europa Occidental entre los siglos V y VIII, desde Inglaterra hasta Italia, pasando por Alemania, Suiza y Francia. La variedad de contextos indica que la práctica no fue aislada, aunque tampoco común. Según el equipo, el fenómeno responde más a prácticas simbólicas o rituales que a la expresión de afectos personales.
“Estas tumbas no indican relaciones románticas ni de parentesco. Suelen ser el reflejo de valores sociales, religiosos o incluso políticos”, explica Bettina Arnold, coautora del estudio. El equipo utilizó análisis bioarqueológicos, antropológicos y del contexto funerario para llegar a esta conclusión. En varios casos, los análisis de ADN demostraron que los enterrados no tenían relación familiar cercana.

Crítica a los relatos románticos
Uno de los aportes más llamativos del estudio es la crítica a cómo estos hallazgos han sido interpretados por la cultura popular. En novelas, series y medios, estas tumbas se presentan a menudo como “entierros de amantes”. “Esa narrativa romántica proyecta valores modernos sobre realidades pasadas que eran mucho más complejas y simbólicas”, explican los autores.
De hecho, muchas veces, uno de los cuerpos muestra signos de haber sido añadido tiempo después, lo que refuerza la idea de que no hubo simultaneidad ni relación directa entre los fallecidos. El estudio también llama la atención sobre los materiales utilizados en estas tumbas. Las llamadas “camas funerarias” eran estructuras elaboradas, a menudo de madera, decoradas con clavos de bronce o hierro, e incluso textiles. Más que comodidad, simbolizaban estatus y probablemente tenían un papel ritual. “No eran camas en el sentido moderno, sino plataformas que conferían dignidad o importancia a la persona enterrada”, señala el estudio.
Casos destacados en Europa
Entre los yacimientos analizados destacan casos como Street House (Inglaterra), donde una mujer fue enterrada sobre una cama de madera ricamente ornamentada, o Trossingen (Alemania), donde dos hombres fueron enterrados juntos con ajuar bélico, sin relación familiar aparente. Estos contextos refuerzan la idea de que el simbolismo superaba cualquier vínculo personal.
En algunos casos, la presencia de niños enterrados junto a adultos podría apuntar a la representación de jerarquías familiares, aprendizajes sociales o incluso narrativas espirituales sobre el tránsito al más allá. Todo ello evidencia que la cama funeraria actuaba como un escenario de valores, más que como un lugar de descanso compartido.
Así, lejos de ser manifestaciones de amor eterno, estos enterramientos reflejan la complejidad social y ritual de las comunidades de la Europa altomedieval. “Compartir cama en la muerte no implicaba haber compartido vida ni afectos”, concluye el artículo. Un recordatorio de que, en arqueología, las apariencias rara vez cuentan toda la historia.