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La ley del Estatuto Marco era una perfecta desconocida para la mayoría de la población española hace apenas unos meses. Poca gente sabía –supongo que salvo el personal sanitario– que había una norma a nivel nacional aprobada hace más de 20 años que recoge sus condiciones laborales mínimas. Incluso para los periodistas especializados era un tema árido, insider, difícil de contar a los lectores. Diría, si me tiras de la lengua, no muy interesante.
Pero la sucesión de acontecimientos desde que el Ministerio de Sanidad empezó a negociar una reforma de la ley con los sindicatos ha colocado el asunto en la primera línea de la agenda política. Meterse a cambiar una norma así, con las competencias sanitarias en manos de las comunidades y el personal echando humo ya antes de empezar, era un riesgo que ha desembocado en una huelga nada desdeñable contra una ministra que, además, es del gremio.
Más allá de otros pormenores, como las desavanencias entre los diferentes sindicatos, hay una base de hartazgo que viene de lejos. Resumo alguna de las cosas que me dijeron las personas en huelga que acudieron a la manifestación en Madrid.
“Tenemos las agendas llenas”
“Nos meten dos pacientes a la misma hora”
“Las urgencias están saturadas porque no pueden filtrar desde Atención Primaria”
“Hago cuatro guardias al mes y nos pagan por ellas ni plus de nocturnidad ni cotizan para la jubilación”
“Necesitamos un estatuto propio que nos regule”
“Venimos arrastrando condiciones muy desventajosas respecto a otros colectivos”
“Es la gota que la ha colmado el vaso”
“Los médicos y las médicas han despertado”
Muchos profesionales piensan que si ahora se están removiendo las cartas por el Estatuto Marco, es el momento de apretar para cambiar las cosas. Un médico cercano que lleva muchos años ejerciendo resumía un poco así la cosa: “Te piden una nota loca en la PAU y luego el MIR para acabar precarizado y sin reconocimiento simbólico mientras se nota la falta de personal. Es el ambiente que se respira entre los compañeros más jóvenes”. En muchas concentraciones había sobre todo eso: gente joven (y alguna.
En esta historia, como siempre pasa en los conflictos humanos, todo depende del ángulo desde el que la mires. Los médicos se quejan de sus condiciones porque asumen una gran responsabilidad; porque tienen guardias tan largas y frecuentes que no les permiten dar una buena atención; porque no se sienten valorados lo suficiente. Mientras, el resto de profesionales sanitarios les miran de reojo como el estamento más alto de la pirámide que pide mejoras solo para sí mismos. Como el privilegio.
El Ministerio de Sanidad insiste en que su texto –moldeado en las negociaciones con los sindicatos– es mejor que el de 2003 porque garantiza convocatorias cada dos años de empleo público para atajar la temporalidad, limita la jornada laboral a 45 horas semanas con guardias de 17 en lugar de 24, regula los descansos o incorpora un nuevo concepto de “carga excesiva de trabajo” cuando hay más de cinco guardias al mes. El comité de huelga, sin embargo, considera que la compensación no es justa ni por las guardias, al no cotizar para la jubilación y no contar para un plus de nocturnidad, ni por los excesos de jornada. Y que, además, la reforma iguala a la baja al reconocer una nueva clasificación profesional a otro personal, como las enfermeras, que consideran que tienen menos responsabilidad.
A estas alturas resulta difícil pensar –y en eso sí están de acuerdo quienes están dentro y fuera del Ministerio– que el texto será fruto del consenso entre Sanidad y todos los sindicatos. Que habrá una firma feliz. Si finalmente las negociaciones se materializan en un proyecto de ley aprobado por el Gobierno, después tiene que pasar el filtro del Congreso de los Diputados. Vamos, una misión prácticamente imposible.

Mientras estabas a otras cosas...
- Por qué algunos tumores vuelven después de curarse y se diseminan por el organismo haciendo metástasis es una de las grandes incógnitas en torno al cáncer. Un banco con muestras de 2.000 pacientes diagnosticados con cáncer de próstata busca averiguarlo.
- Si quieres ir al dentista en España, lo más normal es que tengas que pagarlo. ¿Cuánto costaría que los mayores de 65 tuvieran una cobertura pública? Entre 517 y 853 millones, según un cálculo publicado esta semana.
- El 37% de hombres jóvenes admite haber aprovechado que la otra persona había bebido o tomado drogas para tener sexo o “liarse” con ella. Aquí los datos.
Lo mejor a veces es no hacer nada
El sobreintervencionismo es un melón interesante en la medicina. O sea, que se apliquen tratamientos, pruebas o procesos que realmente no son necesarios y se podrían evitar. Hace un tiempo publicamos un artículo que tuvo mucho éxito en la que nos preguntábamos si se operaban meniscos de más –fijo que conoces a alguien intervenido de esto– porque la nueva evidencia dice que no hay mucha diferencia entre quienes se someten a una cirugía y los que no.
Es un tema polémico porque los humanos acudimos a los médicos en busca de soluciones, así que que nos digan que lo mejor es no hacer nada es un poco difícil de encajar. También pasa con la fisioterapia. El experto en dolor Álvaro Pinteño ha publicado un libro muy interesante en el que defiende que “deben cambiar las reglas del juego para acabar con un modelo biomédico estructuralista” que fomenta intervenir y medicalizar. Te recomiendo que le eches un ojo a esta entrevista si te interesa el tema. Da para debatir.
La semana que viene seguimos. Gracias por llegar hasta aquí.
Sofía