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Día D - Las transmisiones falsas reproducían conversaciones y órdenes entre batallones inexistentes, generando una actividad ficticia que convenció a la inteligencia alemana de que una gran fuerza militar aguardaba en el sur de Inglaterra
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La Wehrmacht dedicó semanas enteras a vigilar un ejército que no existía. Miles de soldados alemanes, desplegados a lo largo del paso de Calais, esperaban un ataque que nunca llegó. Mientras tanto, tanques inflables, aviones falsos y transmisiones de radio fingidas mantenían viva una ilusión meticulosamente diseñada.
Todo formaba parte de un plan para distraer, confundir y manipular los cálculos estratégicos del alto mando nazi. Aquel montaje, disfrazado de maniobra militar, fue el verdadero golpe de efecto que preparó el terreno para el desembarco en Normandía.
Un ejército de mentira que mantuvo en vilo a los nazis durante semanas
El engaño comenzó mucho antes de que las primeras botas aliadas tocaran la arena francesa. En la primavera de 1944, un grupo especial del ejército estadounidense, formado por artistas, ingenieros de sonido y técnicos de radio, se instaló en el sur de Inglaterra con una misión singular: simular la existencia de un contingente militar masivo. Para ello se creó el ficticio Primer Grupo de Ejército de los Estados Unidos, supuestamente comandado por el general Patton, cuya reputación lo convertía en una figura temida por el enemigo.
Las maniobras visuales fueron obra de escenógrafos que levantaron estructuras hinchables con forma de tanques, cañones y camiones, mientras técnicos especializados grababan sonidos de motores y explosiones que luego reproducían con altavoces de gran alcance.

Paralelamente, una unidad de operadores de radio generó una red de comunicaciones falsas. Los mensajes, codificados en morse, se dirigían entre supuestos batallones que nunca existieron. Todo estaba pensado para que la inteligencia alemana los interceptase y creyera estar ante una amenaza real.
El equipo de la 3132 Signal Company desarrolló grabaciones específicas para cada tipo de terreno y situación. Los sonidos se modificaban según la geografía o el supuesto movimiento de tropas. A lo largo del canal, los altavoces proyectaban ruido de columnas de vehículos y simulacros de combate.
Los radares y aviadores alemanes detectaban el bullicio militar y lo reportaban como un indicio del inminente desembarco por Calais. Ese era el objetivo principal de la operación Fortitude, que formaba parte del entramado más amplio conocido como Bodyguard.
El espía español que alimentó la gran mentira aliada
Juan Pujol García, agente español reclutado por los británicos y conocido con el seudónimo de Garbo, reforzó el montaje desde el ámbito de la inteligencia humana. Durante meses transmitió a sus contactos alemanes información cuidadosamente elaborada para sostener la idea de que el verdadero ataque aliado llegaría por Calais, que era lo más lógico según la geografía. Según los archivos británicos desclasificados, Pujol explicó a sus enlaces que “el desembarco en Normandía tenía como propósito distraer la atención del ataque principal”.
En paralelo al despliegue de este ejército ficticio, los británicos organizaron operaciones complementarias. Una de ellas, conocida como Titanic, consistió en lanzar cientos de maniquíes con explosivos en puntos alejados del verdadero desembarco, generando confusión sobre la ubicación de las fuerzas reales.
Otra táctica fue la utilización de tiras metálicas arrojadas desde aviones, lo que desorientó a los operadores de radar alemanes y les hizo creer que se acercaban flotas masivas por el canal.
Un prisionero liberado y manipulado se convirtió en el mensajero perfecto
Uno de los movimientos más calculados fue el traslado del general nazi Hans Cramer, que había sido prisionero en el Reino Unido y fue devuelto a Alemania poco antes del Día D. Durante su viaje fue expuesto, sin saberlo, a una puesta en escena con tropas falsas en las costas del sur de Inglaterra.

El recorrido fue planeado para que creyera estar viendo preparativos de invasión reales. A su regreso, Cramer informó a sus superiores de lo que había presenciado. La información encajaba con los informes del mariscal Gerd von Rundstedt y reforzaba la idea de un ataque inminente en Calais.
Incluso tras el inicio del desembarco en Normandía el 6 de junio, el engaño siguió surtiendo efecto. Hitler y parte del alto mando nazi mantuvieron unidades acantonadas en Calais durante semanas, convencidos de que lo ocurrido en las playas normandas era un movimiento distractor. Esta falsa percepción facilitó que los aliados consolidaran su posición en Francia sin encontrar la resistencia que habrían previsto en un despliegue completo.
El ejército que nunca existió terminó siendo una de las maniobras más eficaces de la guerra. Durante meses, sus tanques vacíos, sus voces grabadas y sus señales falsas lograron torcer la estrategia del Tercer Reich, allanando el camino hacia París y, más adelante, hacia Berlín.