Repetir apagado

1

Repetir uno

all

Repetir todo

¿Por qué el monte Everest se llama así?
Identificación fotográfica] 03 Julio 2025, 12:15

¿Por qué el monte Everest se llama así?

La montaña más alta del planeta lleva el nombre de un geógrafo británico que nunca la vio, y se trata de una decisión colonial

Las fotos de cien años de escaladas al Everest muestran el impacto del deshielo: “Es la escena de un crimen”

El Monte Everest es sinónimo de altura extrema, exploración y desafío humano. Pero, pese a su fama global, pocos conocen el origen de su nombre. Esta cumbre del Himalaya, la más alta del mundo con 8.848 metros sobre el nivel del mar, fue oficialmente bautizada como “Everest” en 1865 por la Royal Geographical Society. Hasta entonces, los topógrafos británicos la conocían como “pico XV”, dentro del marco del ambicioso Great Trigonometrical Survey del subcontinente indio.

La propuesta de nombrarla “Everest” fue del coronel Andrew Waugh, entonces geógrafo general de la India británica, que quería rendir homenaje a su antecesor y mentor, George Everest. El argumento de Waugh fue que, al no haber un nombre local “comúnmente conocido” entre los occidentales, era justificable introducir uno nuevo. Esta decisión fue aprobada por la Royal Geographical Society, y el nombre se consolidó en la cartografía y la literatura científica de la época.

Everest
Everest

Quién era George Everest

George Everest había nacido el 4 de julio de 1790 en Gales. Fue ingeniero geodésico y director del Great Trigonometrical Survey desde 1823 hasta 1843. Durante esos años, contribuyó de manera decisiva a modernizar los métodos de medición topográfica y ampliar el conocimiento del relieve asiático desde una perspectiva colonial. Sin embargo, nunca estuvo en el Himalaya ni tuvo relación directa con el pico que acabaría llevando su nombre.

George Everest
George Everest

Paradójicamente, el propio George Everest se mostró contrario a esta forma de homenaje. Alegó que su apellido era difícil de pronunciar para los habitantes de la región y que la montaña ya contaba con denominaciones locales. Pese a su objeción, su apellido fue adoptado oficialmente y se globalizó rápidamente. La controversia refleja las tensiones entre el conocimiento local y las lógicas de imposición propias del colonialismo decimonónico.

Nombres que ya existían

Mucho antes de la llegada de los británicos, el Everest era conocido y reverenciado por las comunidades que habitaban la región. En lengua tibetana se le llama Chomolungma, que significa “madre del universo”. En nepalí, el nombre es Sagarmatha, o “frente del cielo”. Ambos nombres reflejan el valor espiritual y simbólico de la montaña, y siguen vigentes hoy en sus respectivos ámbitos culturales.

La decisión británica de ignorar estas denominaciones no fue un descuido, sino parte de una estrategia imperial más amplia: nombrar el territorio como forma de apropiación simbólica. Como explica Martin Thomas en su libro Measuring the World: A Geographical History of the British Empire (Manchester University Press, 2010), el acto de medir y nombrar geografías formaba parte esencial de la administración colonial y su imaginario de dominio.

Imagen de archivo de un glaciar en el Himalaya.
Imagen de archivo de un glaciar en el Himalaya.

En el siglo XX se afianza la imposición

La consolidación del nombre “Everest” se aceleró a partir del siglo XX. La cumbre apareció en los mapas británicos y en las publicaciones de sociedades geográficas europeas, y su fama se multiplicó tras la exitosa ascensión de Edmund Hillary y Tenzing Norgay en 1953. Desde entonces, la montaña se convirtió en icono global bajo ese nombre, aunque los términos locales nunca desaparecieron y, de hecho, han sido recuperados en debates contemporáneos sobre toponimia y memoria histórica.

Hoy, el monte Everest simboliza también las tensiones entre la ciencia, el imperialismo y las culturas locales. En distintas partes del mundo se reabren debates sobre los nombres heredados del colonialismo y se plantean alternativas más respetuosas con las comunidades originarias. La montaña más alta del planeta, bautizada en honor a un hombre que nunca la vio, sigue siendo un caso paradigmático de cómo los mapas también narran historias de poder.


Comentarios (0)
1000